El viento agita los volantes de los toldos. El frío escarcha las sombras. Heliodora descorre el visillo de la ventana, entra la noche, en la mano le cruje una flor azul, se le quiebra la mano. Seis días antes su amante entre besos y caricias la prendió a su pelo, un día después murió.
Y ahora, está en una habitación extraña de una casa extraña con un hombre extraño. Han hecho el amor. Dicen que el amor nos aleja de la muerte. La muerte que ella prende a su pelo con una flor azul. Mira lo oscuro a través de la ventana, en los cristales empañados su aliento dibuja círculos que se expanden hasta deshacerse en agua….su amante, cenizas de carne, hueso, madera, se hunde en el mar. Ella vive en la niebla, en el rocío, en la lluvia, en la noche. A las algas abandonas pregunta por su amante…
Habían pasado seis largos años desde que hizo el amor con un desconocido. Años fríos de eternos inviernos, en los que nunca pensó en él. Cuando se dijeron adiós el frescor de la noche los envolvía y le olvidó, al cruzar la calle le olvidó. Una noche, una sola noche y la llamaba ¿para qué?
Quería verla, mientras ordenaba su siempre desordenado despacho, encontró su número de teléfono en una vieja agenda y lo marcó, no sabía por qué, qué le impulsaba a hacerlo, ¿por qué esas repentinas ganas de verla?, pero lo deseaba y marcó el número. A los quince días de la primera llamada se encontraban en la habitación de un hotel.
Daniel no recuerda haber anotado su número. Solo una noche pasaron juntos, después regresó norte, a su casa, la agenda nunca viajó al sur. Pero encontró la agenda, el número… que iba a pensar en ella lo supo desde el instante que le dijo adiós, pero volver no, nunca pensó en volver. Y ahora está allí, tendido en la cama, observando como ella camina hacia la ventana; su delgado y blanco cuerpo, apenas visible entre las sombras, le resulta demasiado extraño.
La primera vez que la vio, en casa de unos amigos, la luz de las bombillas se descomponía en colores al tocar la flor que adornaba sus negros y largos cabellos, a él le pareció hermosa. La flor, algo desgastada, que ahora reposa en la mesita junto a la pequeña lámpara, es la misma, lo sabe porque es hermosa y la luz al tocarla se rompe en colores.
Heliodora descorre el visillo de la ventana, la noche apaga su cuerpo desnudo, su pelo despeinado no lleva la flor azul, le huele a besos. A fuera, el viento acaricia sin piedad, nubes negras avanzan deprisa, asustadas. Por los cristales, cubiertos de escarcha, corretean formas, palabras que enloquecen su corazón. La lluvia, si llegase la lluvia lo borraría todo y ella podría abrir la ventana.
En la habitación el silencio se pega a las paredes. Daniel la mira, ella siente su mirada, casi puede oír el abrir y cerrar de sus ojos. Pero hay algo cálido en el aire, algo que la hace no temer se atreve, la pregunta que lleva toda la noche rondándole por la cabeza:
-¿por qué elegiste este hotel?- A él la voz le llega dulce, lejana. Le gustaría callar, que ella repitiese la pregunta una y otra vez como una canción de cuna, dormirse en su voz.
-Por nada en particular, lo encontré en Internet, me gustó e hice la reserva-
-¿ocurre algo, te desagrada?-
-No, no es eso, es que…- Heliodora deja las palabras en el aire, se sabe observada; se siente tímida, torpe, cierra los visillos y vuelve a la cama.
-Es la tercera vez que vengo a este hotel. Hace quince años en una de estas habitaciones mi amante dejó una rosa azul para mí. La guardé en una cajita también azul, cerrada desde entonces; temo abrirla, creo que si la abro morirá.
Mi amante murió seis días antes de conocerte. Me regaló una flor azul, no sé qué flor es, sólo que es azul. Él siempre me regalaba cosas azules. Un día antes de su muerte estuvimos aquí en este hotel por segunda y última vez, sonreía mientras sujetaba la flor a mi pelo. Pensé que pasaría el resto de mi vida con él, le amaba… Solo tengo una rosa encerrada y una flor azul….
Daniel, tendido a su lado la mira, se acerca, -calla -le dice, y la besa en los labios. –Llevo seis años pensando en ti, déjame amarte -
Apenas está amaneciendo cuando Heliodora despierta, el viento golpea los cristales, -es mi amante- piensa, -la lluvia, la lluvia lo trajo-, se levanta con sigilo y presurosa va a la ventana, afuera las sombras prevalecen, el rocío empaña los cristales y el aire le dibuja letras, corazo-nes. Heliodora aprieta la flor en su mano, su amante la acaricia, tiene frío los labios…la luz avanza, amanece.
Daniel la mira, ve su cuerpo desnudo, la primera luz de la mañana lo envuelve y su pelo despeinado tiene reflejos de colores. Le gustaría quedarse o llevársela, desearía amarla una y mil veces más. –Esta vez nos llamaremos, promételo Heliodora. –Sí, sí- contesta ella.
Daniel abre la puerta del ascensor, salen, están a punto de abandonar el hotel, ella toca su pelo, -¡la flor, he olvidado la flor!- .
-no te preocupes, tranquilízate, subo a buscarla, ¿recuerdas donde la dejaste?-
-Sí, la tenía en la mano, creo que se me cayó junto a la ventana-
Daniel, deposita la maleta en el suelo y corre hacía el ascensor. - ¡Daniel, espera!- grita Helio-dora – ¡no vayas!... se quebró en mi mano-
Daniel regresa sobre sus pasos, despacio, mirándola, se detiene ante ella. Heliodora le mira, por un instante sus miradas se encuentran…. ¿y la rosa? pregunta Daniel, ¿y la rosa azul?
Y ahora, está en una habitación extraña de una casa extraña con un hombre extraño. Han hecho el amor. Dicen que el amor nos aleja de la muerte. La muerte que ella prende a su pelo con una flor azul. Mira lo oscuro a través de la ventana, en los cristales empañados su aliento dibuja círculos que se expanden hasta deshacerse en agua….su amante, cenizas de carne, hueso, madera, se hunde en el mar. Ella vive en la niebla, en el rocío, en la lluvia, en la noche. A las algas abandonas pregunta por su amante…
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Habían pasado seis largos años desde que hizo el amor con un desconocido. Años fríos de eternos inviernos, en los que nunca pensó en él. Cuando se dijeron adiós el frescor de la noche los envolvía y le olvidó, al cruzar la calle le olvidó. Una noche, una sola noche y la llamaba ¿para qué?
Quería verla, mientras ordenaba su siempre desordenado despacho, encontró su número de teléfono en una vieja agenda y lo marcó, no sabía por qué, qué le impulsaba a hacerlo, ¿por qué esas repentinas ganas de verla?, pero lo deseaba y marcó el número. A los quince días de la primera llamada se encontraban en la habitación de un hotel.
Daniel no recuerda haber anotado su número. Solo una noche pasaron juntos, después regresó norte, a su casa, la agenda nunca viajó al sur. Pero encontró la agenda, el número… que iba a pensar en ella lo supo desde el instante que le dijo adiós, pero volver no, nunca pensó en volver. Y ahora está allí, tendido en la cama, observando como ella camina hacia la ventana; su delgado y blanco cuerpo, apenas visible entre las sombras, le resulta demasiado extraño.
La primera vez que la vio, en casa de unos amigos, la luz de las bombillas se descomponía en colores al tocar la flor que adornaba sus negros y largos cabellos, a él le pareció hermosa. La flor, algo desgastada, que ahora reposa en la mesita junto a la pequeña lámpara, es la misma, lo sabe porque es hermosa y la luz al tocarla se rompe en colores.
Heliodora descorre el visillo de la ventana, la noche apaga su cuerpo desnudo, su pelo despeinado no lleva la flor azul, le huele a besos. A fuera, el viento acaricia sin piedad, nubes negras avanzan deprisa, asustadas. Por los cristales, cubiertos de escarcha, corretean formas, palabras que enloquecen su corazón. La lluvia, si llegase la lluvia lo borraría todo y ella podría abrir la ventana.
En la habitación el silencio se pega a las paredes. Daniel la mira, ella siente su mirada, casi puede oír el abrir y cerrar de sus ojos. Pero hay algo cálido en el aire, algo que la hace no temer se atreve, la pregunta que lleva toda la noche rondándole por la cabeza:
-¿por qué elegiste este hotel?- A él la voz le llega dulce, lejana. Le gustaría callar, que ella repitiese la pregunta una y otra vez como una canción de cuna, dormirse en su voz.
-Por nada en particular, lo encontré en Internet, me gustó e hice la reserva-
-¿ocurre algo, te desagrada?-
-No, no es eso, es que…- Heliodora deja las palabras en el aire, se sabe observada; se siente tímida, torpe, cierra los visillos y vuelve a la cama.
-Es la tercera vez que vengo a este hotel. Hace quince años en una de estas habitaciones mi amante dejó una rosa azul para mí. La guardé en una cajita también azul, cerrada desde entonces; temo abrirla, creo que si la abro morirá.
Mi amante murió seis días antes de conocerte. Me regaló una flor azul, no sé qué flor es, sólo que es azul. Él siempre me regalaba cosas azules. Un día antes de su muerte estuvimos aquí en este hotel por segunda y última vez, sonreía mientras sujetaba la flor a mi pelo. Pensé que pasaría el resto de mi vida con él, le amaba… Solo tengo una rosa encerrada y una flor azul….
Daniel, tendido a su lado la mira, se acerca, -calla -le dice, y la besa en los labios. –Llevo seis años pensando en ti, déjame amarte -
Apenas está amaneciendo cuando Heliodora despierta, el viento golpea los cristales, -es mi amante- piensa, -la lluvia, la lluvia lo trajo-, se levanta con sigilo y presurosa va a la ventana, afuera las sombras prevalecen, el rocío empaña los cristales y el aire le dibuja letras, corazo-nes. Heliodora aprieta la flor en su mano, su amante la acaricia, tiene frío los labios…la luz avanza, amanece.
Daniel la mira, ve su cuerpo desnudo, la primera luz de la mañana lo envuelve y su pelo despeinado tiene reflejos de colores. Le gustaría quedarse o llevársela, desearía amarla una y mil veces más. –Esta vez nos llamaremos, promételo Heliodora. –Sí, sí- contesta ella.
Daniel abre la puerta del ascensor, salen, están a punto de abandonar el hotel, ella toca su pelo, -¡la flor, he olvidado la flor!- .
-no te preocupes, tranquilízate, subo a buscarla, ¿recuerdas donde la dejaste?-
-Sí, la tenía en la mano, creo que se me cayó junto a la ventana-
Daniel, deposita la maleta en el suelo y corre hacía el ascensor. - ¡Daniel, espera!- grita Helio-dora – ¡no vayas!... se quebró en mi mano-
Daniel regresa sobre sus pasos, despacio, mirándola, se detiene ante ella. Heliodora le mira, por un instante sus miradas se encuentran…. ¿y la rosa? pregunta Daniel, ¿y la rosa azul?
13 comentarios:
Wow! Esto suena escalofriante. Netamente escalofriante.
Esa rosa se despegó se soltó con el gran viento del recuerdo, ése céfiro inmortal e inolvidable, muy bueno Lunaazul. Te felicito… cómo el recuerdo nos trauma de alguna manera, y nos impide inconscientemente vivir la realidad, y vivir lo que queremos pisar.
Perfecto: “…La guardé en una cajita también azul, cerrada desde entonces; temo abrirla, creo que si la abro morirá...”
Saludos amiga, una vez más genialísima.
los amores intensos son nuestros. Van de nuestra mano a donde vayamos. En una esquina, en un café, en un hotel. La vida da vueltas y nosotros somos nuestros amores pasados. Siempre hay un disparador simple y certero que nos trae en recuerdo presente continuo.
Genial construcción. Me quedo con tus imágenes de poetiza exquisita.
beso azul mar.
Hola. paso por tu blog y me gustó. por aqui me tendrás de vz en cuando ....saludo SERGIO
lunaazul, intensa la historia sin abandonar la delicadeza que siempre reinan en tus textos. los amores más profundos no me han dejado nunca. me acompañan en cajitas, en recuerdos, en olores, y a veces se esconden, pero luego vuelven a aparecer.
bellísima tu prosa. un beso
Un amor imposible de olvidar,amor que trasciende la muerte.
Bella tu prosa,bella como la rosazul,como mi amiga Lunazul.
(y sí, como dice Cromosome, tiene algo de escalofriante...me gusta mucho!)
Mil besos, amiga querida!
Un amor plasmado en una rosa...encantador. Me transporto al leerte, te digo que nunca me arrpentería de leer un libro de tu autoria. Me gusta mucho comoescribes.
Saludos. Nos leemos
hermoso! me encantó...
Me quedo con tu lirismo, tu prosa poética que te va encerrando en su laberinto.Luego encuentro la salida pero se que no es la única.
Muy buen texto, Juana, muy poético, lo que es característico en tus posts. Este poema empuja a uno a la poesía, y no podemos comentarlo muy lógica o matemáticamente...
Te felicito.
Wow, realmente lo mas rescatable de ti es tu imaginación, como conjugas las ideas tan brillantemente!
Me impresionas de verdad Lunaazul, te dejo aplausos azules de viento, un suspiro índigo… que perdure, tu genialidad lo hace.
y no hay mas?
Que historia tan espectacular qeu creaste, me dejaste muda!!!
te parece que jugar siempre cansa?
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