Entonces lo supo. Tendría que desaprender el dolor. Quitarle el silencio a la muerte. Supo que tendría que volver, quebrar la línea, trazar el diámetro que la regresara al centro, al principio de lo posible. Y recordó, recordó el tiempo en el que el silencio amasaba su vientre, le traía canciones de amor, le fingía el viento, el viento de levante con su locura, cuando el silencio se desconocía a si mismo, creyéndose caricia.
Ana giró sobre sus palabras y encontró las del hombre –sé que sabrás escuchar mi silencio- y camino sobre ellas, la sostuvo como un mar de sal. Blancas palabras, blancos pies sobre la blanca salina. Y regresó, al silencio de todos los silencios, a su hogar, a la antigua y vieja casa, a las paredes que la engendraron. Ana subió peldaño tras peldaño y halló la viga vertical, clavada la puntilla, ocultando la enorme-oscura llave y Ana introdujo la llave en el orificio y giró y el corazón le volteó y escuchó el lamentar de la puerta.
Hacía cuarenta años que una mujer la parió, de madrugada, en silencio. No hubo llanto, le dijeron un día, llegaste en silencio, como las luces del alba.
Ana siguió avanzando en su regreso, quitándole miedos, desarrugando lo arrugado, descosiendo lo cosido. Dejando en cada habitación agujas desenhebradas. Deshaciéndose de ella.
La vieja casa cobijó aquellas horas de encuentros por desencuentros, horas de desaprender el dolor, la muerte, el silencio que ensordece. Ana solo quería *oír el silencio del hombre* el silencio puro, el que sale de dentro, el que se conoce se reconoce y se sabe libre.
Y Ana llegó al centro, al origen de lo posible, giró sobre sus palabras y halló las del hombre, regresaba de todas las idas y venidas. El hombre despojado del guerrero, del corsario, se hizo caricia, y una mañana de color verde entró en la casa y la casa se fue a la orilla y el corazón de Ana escuchó el rumor de las olas, el blanco y virginal silencio, en los besos del hombre
13 comentarios:
Ay de la niña del aire y la terraza caleada
se hizo pequeña la casa
y la niña creció en Ana
Y Ana descubre en un hombre la pasión agazapada
y le tiembla el corazón,
el vestido y las rodillas
Y el mar se vino a su alma
y su casa hasta la orilla
¡Qué hermosura tu relato, que lleno de poesía!
Un beso a mi pajarita, a mi juana y a mi Ana
relato suave, dulce, que huele a mar...que llega al centro, al origen de lo posible...
MIL BESOS
Sublime, simplemente sublime.Sería un sacrlegio si agregara palabras.
Un gran beso, amiga querida!
Me pregunto como tendrá las manos...como serán esos dedos que escriben siempre con tanta emotividad...
Cuando llego aquí, me relajo, y cuando me voy...nada vuelve a ser lo mismo.
Un beso luna
La sublime y súper descripción de la llegada para una descanso al fragmento del delicado suspiro indeleble.
Increíble.
Insisto también; sublime.
Adiós, Saludos.
Luna Azul:
Una belleza de relato, es redondo.
Es dulce, es profundo, y ¡es verdad!
Porque es ese el Silencio más hermoso.
Gracias.
Un beso desde México
estoy con rayuela, no hay mucho que se pueda agregar a este bello texto. excepto que me ha encantado. eres bella, tú y tus escritos.
besos
tal vez un recorrido tranquilo por la vida de ana, un recorrido que nos da a saber que es alguien misterioso, pero tambien que es alguien demasiado entregado y que sigue siempre ahí, esperando algo, lo mejor de alguien tal vez, pero demuestra que es una guerrera incansable, de esas que se ven a diario deambular por las calles, pero que pasan desapercibidas frente a nuestros ojos.
un abrazo
aaaaaaahhhhhhhhh!!!!!!!! (onomatopeya de placerrrrrr)
pero mirá lo que te tenías guardado Juana!!!!. Estoy atónito. Impresionante historia, relato clarisimo, lleno de ideas, de imágenes. Te pasaste!!!!
Esta vez te has lucido... y no puedo callar.
Un beso cómplice.
- Luna azul, que hermosos y cálidos colores hay en tu relato. Muy dulces y placenteros. Un beso muy grande. Ade
"llegaste en silencio, como las luces del alba", bonita frase y muy bonito relato.
Saludos
Hola, Juana.
Como digo hoy en mi cuaderno, tus historias son redondas, redondas como planetas o como estrellas. Y es fácil entrar, pero muy difícil salir.
¿Me podrías indicar, por favor, dónde está la puerta? Es que llevo aquí ya un buen rato y se me va a enfriar la cena.
Y Ana quebró la línea, regresó al centro, al principio de lo posible, y descosiendo lo cosido abrió las páginas del cuaderno, aquel cuaderno azul y viejo con manchas de luna, y allí encontró el silencio, su antiguo silencio...
Y, bueno, también encontró un mágico regalito que le había dejado el amigo Antonio.
Si lo quieres, allí te espera, Luna Azul.
Un abrazo.
Como comer cerezas
como una adicción, hasta ver el fondo del tazón.
Así como tus cuentos, palabra por palabra.
Es extraño porque, por algún motivo, esos pasos en la escalaera, aquella telaraña que desarrugó Ana, su espera silenciosa, o más bien, su regreso, me hicierona cordar de otro manjar: me trajeron el sabor de algo que escribió Rayuela, sobre la casa que espera.
Con este postre sublime, me voy a dormir.
BEso enorme!!
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