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viernes, 24 de abril de 2009

SE EQUIVOCO



“Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.”
(Alberti Rafael)


SE EQUIVOCÓ
Le pareció oír un crujido. Prestó atención y volvió a oírlo. No venía de afuera. Casi diría que le venía de adentro. Volvió a oírlo y esta vez estuvo segura. Venía de su cuerpo, como si algo se le estuviera rompiendo. Hacía rato que las lágrimas andaban por allí. Salían de los ojos de ella, sin querer, sin prisa, en una especie de danza silenciosa, ajenas a la voluntad de la mujer.
De nuevo el crujido, y el corazón del hombre, al que por un instante quiso, echó cerrojos y candados y ella comprendió su error. Es tan fácil equivocar los caminos, confundir las palabras…….para un corazón solitario la sal se vuelve azúcar y nacen margaritas en la orilla.... Y de nuevo el crujido, esta vez tan de cerca que más que el roto le dolió el ruido.

miércoles, 22 de abril de 2009

LA AMAPOLA Y EL TOPO

Insiste el topo en su delirio de amapola.
Rojo mar florece.
Luces de neón encienden el silencio.
Mi mano sucumbe a tu ternura.
Busca entre las sombras
acariciar tu muerte
tu muerte salada roja amapola.
Tu muerte que llenó mi boca
de tristes sapos
de príncipes envejecidos hinchados rotos en charcas dulces
en esas horas en que otro amor nos tienta.
Mi delirio de amapola
come sombras
para encontrar tu cuerpo
para matar tu muerte.
Las estrellas se vuelven de hojalata.
Hojas temblorosas
abren espantos a mi alma.
Mi cuerpo se pliega
en su noche de metal
en su luminiscencia de neón
sin consuelo.
Viejo topo
buscando a tientas
un vivir de amapola.

LA AMAPOLA Y EL TOPO



Insiste el topo en su delirio de amapola.
Rojo mar florece.
Luces de neón encienden el silencio.
Mi mano sucumbe a tu ternura.
Busca entre las sombras
acariciar tu muerte
tu muerte salada roja amapola.
Tu muerte que llenó mi boca
de tristes sapos
de príncipes envejecidos hinchados rotos en charcas dulces
en esas horas en que otro amor nos tienta.
Mi delirio de amapola
come sombras
para encontrar tu cuerpo
para matar tu muerte.
Las estrellas se vuelven de hojalata.
Hojas temblorosas
abren espantos a mi alma.
Mi cuerpo se pliega
en su noche de metal
en su luminiscencia de neón
sin consuelo.
Viejo topo
buscando a tientas
un vivir de amapola.

sábado, 18 de abril de 2009

PALABRAS

Eduardo Chillida


-->
Palabras.
Diosas de la nada inventando sus vacíos.
Sonidos que se superponen hasta dar con el engaño exacto.
Palabras que juegan a quererme.
Cómplices de si mismas.
Bocas de ciénagas y murciélagos.
Palabras dulces, líquidas, amorosas.
Palabras de amor se deslizan por la arboleda.
Encantadoras de corazones.
Palabras que juegan a quererme.


miércoles, 15 de abril de 2009

SOPLA


Zobel "El jardín seco"


SOPLA

Sus alas en mis dedos.
En mis dedos de mariposa.
La mariposa en el cristal.
La niña sopla, sopla, sopla.

No vuela la mariposa.
En la ventana abierta
sopla la niña sopla.

No vuela la ventana.
Mira la niña se está muriendo
la mariposa.

Parada en el cristal
se va la niña
agitando mis alas
en sus dedos de mariposa.

domingo, 12 de abril de 2009

MI DOLOR

(Picasso)

-->
Hoy me sangran el corazón las manos y los ojos.
Hoy tendría que ahogarme
sudar todo el dolor de esta hora
de este silencio de lluvia.
Hoy tendría que resquebrajarme
secarme como un mar sin agua
convertirme en oleadas de sangre
golpear la noche
clavarle espantos.
Hoy tendría que asfixiar la luz
arrancarle el corazón a los sueños
incendiar las flores y las semillas.
Hoy tendría que cerrar las puertas
arrodillarme
sentir el dolor de la tierra
cavar la muerte y su fosa
con mis manos.
Dejarlo todo en orden y en silencio.
¡Porque hoy me duele hasta la silla en la que me siento!


lunes, 6 de abril de 2009

ANA Y EL SILENCIO


Entonces lo supo. Tendría que desaprender el dolor. Quitarle el silencio a la muerte. Supo que tendría que volver, quebrar la línea, trazar el diámetro que la regresara al centro, al principio de lo posible. Y recordó, recordó el tiempo en el que el silencio amasaba su vientre, le traía canciones de amor, le fingía el viento, el viento de levante con su locura, cuando el silencio se desconocía a si mismo, creyéndose caricia.

Ana giró sobre sus palabras y encontró las del hombre –sé que sabrás escuchar mi silencio- y camino sobre ellas, la sostuvo como un mar de sal. Blancas palabras, blancos pies sobre la blanca salina. Y regresó, al silencio de todos los silencios, a su hogar, a la antigua y vieja casa, a las paredes que la engendraron. Ana subió peldaño tras peldaño y halló la viga vertical, clavada la puntilla, ocultando la enorme-oscura llave y Ana introdujo la llave en el orificio y giró y el corazón le volteó y escuchó el lamentar de la puerta.

Hacía cuarenta años que una mujer la parió, de madrugada, en silencio. No hubo llanto, le dijeron un día, llegaste en silencio, como las luces del alba.

Ana siguió avanzando en su regreso, quitándole miedos, desarrugando lo arrugado, descosiendo lo cosido. Dejando en cada habitación agujas desenhebradas. Deshaciéndose de ella.

La vieja casa cobijó aquellas horas de encuentros por desencuentros, horas de desaprender el dolor, la muerte, el silencio que ensordece. Ana solo quería *oír el silencio del hombre* el silencio puro, el que sale de dentro, el que se conoce se reconoce y se sabe libre.

Y Ana llegó al centro, al origen de lo posible, giró sobre sus palabras y halló las del hombre, regresaba de todas las idas y venidas. El hombre despojado del guerrero, del corsario, se hizo caricia, y una mañana de color verde entró en la casa y la casa se fue a la orilla y el corazón de Ana escuchó el rumor de las olas, el blanco y virginal silencio, en los besos del hombre

miércoles, 1 de abril de 2009

LA NIÑA DEL AIRE


Yo era una niña de largos corredores y azoteas de cal.
Guardaba grillos en el cajón
y aullaba con los gatos en las noches insomnes.
Yo era una niña de paredes desconchadas con dibujos de elefantes,
caravanas de hormigas,
seres invisibles a los que nunca puse nombres.
Yo habitaba en una casa deshabitada,
con ladrillos en el suelo,
ventanas desvencijadas,
cristales difusos que semejaban el mar.
Yo soñaba en las tardes de verano con selvas tropicales,
con caballos alados,
volaba escaleras abajo
sintiendo en el corazón el latir de los aves.
Yo le robaba flores a la mañana,
inventaba pecados en la tarde,
le contaba cuentos a la noche,
acunaba con mi cuerpo las estrellas.
Yo buscaba manantiales y hallaba tollos,
me perdía en los espejos y me multiplicaba en calles solitarias.
Yo era una niña de pandorgas y libélulas,
con jazmines en el pelo y canela en los labios,
aullaba a la Luna,
andaba por largos corredores,
hacia equilibrios bordeando el abismo.
Yo solo era la niña del aire.