Mientras conduzco en dirección al mar un pensamiento me obsesiona: mágico, magia, -las mejillas me arden- mágico, magia… Cuando la pena me puede busco el mar, solo el mar se lleva parte de mi tristeza y hoy la tristeza me cala los huesos.
Aparco el coche y bajo los escalones que me separan de la arena. Está anocheciendo, la luna es blanca. Hay un cielo de nubes grises y rosas. El viento golpea suave, frío. Una palmera corta el horizonte en vertical; a una pelota naranja, medio enterrada en un montículo de arena, le sale por toda su redondez una luz fluorescente y un niño, vestido de pies a cabeza de negro, voltea en el aire jugando con las sombras. Detrás del montículo, emerge de la nada, un enorme barco amarillo con seis contenedores de colores y grandes letras negras C A N A R I A S. Por un instante, palmera, montículo, pelota, niño, barco y mis ojos están perfectamente alineados bajo una luz oscura y rosa.
Las mejillas no arden, el barco se aleja, el viento es más frío, la noche es más noche, el mar se apaga, se calla, mi tristeza me moja…hoy el mar no quiere mi pena. La pena de no tenerte amor, de no tenerte.
Aparco el coche y bajo los escalones que me separan de la arena. Está anocheciendo, la luna es blanca. Hay un cielo de nubes grises y rosas. El viento golpea suave, frío. Una palmera corta el horizonte en vertical; a una pelota naranja, medio enterrada en un montículo de arena, le sale por toda su redondez una luz fluorescente y un niño, vestido de pies a cabeza de negro, voltea en el aire jugando con las sombras. Detrás del montículo, emerge de la nada, un enorme barco amarillo con seis contenedores de colores y grandes letras negras C A N A R I A S. Por un instante, palmera, montículo, pelota, niño, barco y mis ojos están perfectamente alineados bajo una luz oscura y rosa.
Las mejillas no arden, el barco se aleja, el viento es más frío, la noche es más noche, el mar se apaga, se calla, mi tristeza me moja…hoy el mar no quiere mi pena. La pena de no tenerte amor, de no tenerte.