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domingo, 28 de diciembre de 2008

MAGICO

Mientras conduzco en dirección al mar un pensamiento me obsesiona: mágico, magia, -las mejillas me arden- mágico, magia… Cuando la pena me puede busco el mar, solo el mar se lleva parte de mi tristeza y hoy la tristeza me cala los huesos.

Aparco el coche y bajo los escalones que me separan de la arena. Está anocheciendo, la luna es blanca. Hay un cielo de nubes grises y rosas. El viento golpea suave, frío. Una palmera corta el horizonte en vertical; a una pelota naranja, medio enterrada en un montículo de arena, le sale por toda su redondez una luz fluorescente y un niño, vestido de pies a cabeza de negro, voltea en el aire jugando con las sombras. Detrás del montículo, emerge de la nada, un enorme barco amarillo con seis contenedores de colores y grandes letras negras C A N A R I A S. Por un instante, palmera, montículo, pelota, niño, barco y mis ojos están perfectamente alineados bajo una luz oscura y rosa.

Las mejillas no arden, el barco se aleja, el viento es más frío, la noche es más noche, el mar se apaga, se calla, mi tristeza me moja…hoy el mar no quiere mi pena. La pena de no tenerte amor, de no tenerte.

martes, 23 de diciembre de 2008

EL HOMBRE SIN ROSTRO

Ana soñaba que un hombre, cuyo rostro nunca lograba ver, la amaba, se amaban.

Se casó y tuvo amantes y el hombre sin rostro siguió amándola.

Dormida abrazaba, besaba con un deseo nunca vivido, pero los ojos, las bocas, las mejillas…tomaban forma, y en ese instante el cuerpo de Ana quedaba vencido, enfadado.

Unos días antes del divorcio su marido le dijo: estoy seguro que me has amado, y ¿sabes por qué? Porque no se puede besar en sueños cómo tú lo hacías. Ana calló.

El día que Ana conoció a Álvaro dejó de tener amantes y cuando en sueños lo besaba y su mano tocaba la barba de Álvaro reconociéndolo, se sentía feliz, su cuerpo se agitaba, se pegaba, se amaban. Una tarde de invierno se fue y Ana lloró.

Hace dos años, a unos trescientos metros de su casa, abrieron una librería, Ana entró a comprar una revista. Al librero le ríe los ojos cuando la mira a ella se le encoje el estomago.

Ana ya no sueña con el hombre sin rostro.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Las orugas

Como diminutas bombillas encendidas la lluvia adorna el cristal, por un instante me pensé en un cuento de duendes y ninfas. El viento y el frío se paran en la ventana. El televisor está encendido, escucho las noticias, un susurro, “Alba, la pequeña maltratada por su madre y el compañero de esta, entra en coma”…. De una gota de lluvia salta una ninfa…. Apago el televisor y la negra mariposa depone sus huevos en la pantalla.


¡Vendrán los duendes a jugar con las orugas!….orugas que comen miedo.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Las aceras



Las aceras no crujen.


Las hojas no crujen.

La lluvia no cruje.

Piso hojas sin aceras sin lluvia......aire.

martes, 9 de diciembre de 2008

HOY

Soledad y soledad y soledad y soledad y…. tráeme el silencio, la voz callada, las calles estrechas, tus pálidos labios, blanca luz de olvido.

Soledad y soledad y más soledad….quiero casas vacías, cuerpos muertos, ausencias destripando sueños,…. quiero pétalos de espinas.

Muerte y muerte y muerte y muerte y…..adorada alegría, dulce beso de mi amada, acaricio tu sexo para que gimas a mi lado y te abras muerte sobre muerte.

No te vayas aún que tengo ganas de reír, de bailar sobre el despojo de las almas incautas.

¡Mírame muerte estúpida! ¿Por qué te tiemblan las manos? Acaso no ves que estoy riendo.

El dolor llama a la puerta, abre y atraviésale el corazón que tengo gana de sangre dulce y caliente.

Hoy la tristeza no tocará mis huesos ni lamerá mi pecho porque hoy caerán del cielo culebras, retales de besos, y un amor hecho de escamas redondo y rastrero le hará versos a la Luna a mi amada Luna. Su muerte quiero.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Sin título


No sé cuánto tiempo ha trascurrido, veinte, treinta años, no sé; solo recuerdo que era un día de invierno, una mañana de sol. Entré en el edificio de hacienda, tenía que entregar unos papeles, busqué la ventanilla adecuada y me puse en la cola, debía de haber unas quince personas por delante de mí, la espera fue larga.
Todo el edificio estaba iluminado con luz artificial. A mi derecha, a unos cincuenta centímetros de la cola, había una fuente de agua. Una fuente cuya base parecía una estrella hueca y en el centro una columna con los surtidores cerrados. Los cuatro brazos estrellados estaban llenos de agua, ninguna sombra se proyectaba sobre los mismos; el agua estaba tan quieta, limpia y transparente que si no hubiera sido por un pequeño pez, habría dudado de su existencia. Nada más había en la fuente, ni un recoveco, ni un agujero, solo un pez. Pasé creo que una hora mirando la fuente y el pez.
Esta mañana paseando vi una rosa. En un jardín de la calle, recién limpiado, perfectamente delimitado por una valla, solo había una hermosa y roja rosa. Me acordé del pez
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