(EDWARD MUNCH. SEPARACION)
LOS MUERTOS TAMBIEN AMAN
Me sentaré en mi silla con mi cara sin ojos y lloraré. He agotado el cupo de mi risa, mi boca no habla, mis piernas no andan, mis manos no tocan y mis cuencas vacías miran tu cuerpo…. Tu cuerpo.
CAPÍTULO I
Ella me ve o eso creo. Intento cruzar mi mirada con la suya para estar seguro que me ha visto, pero finge no verme. Entonces dudo. No, no puedo dudar, tiemblo entero si ella se acerca. Como aquella tarde de agosto en la que su pelo golpeó mi hombro, estuve a punto de hablarle. Le habría dicho que antes de ella no hubo nada pero apareció él y se la llevó.
No sabe que cuando duerme me acerco, se encoje como si un aire frío la tocase, me retiro unos pasos y allí quedo, a su lado. María siempre tiene frío, dice que es la casa, y creo que es verdad porque yo también tengo siempre frío.
Ayer la vi subir la escalera corriendo. Tenía miedo, siempre lo tuvo, de niña llamaba a su madre desde la casapuerta, la madre bajaba hasta el rellano y María corría hacia ella. Pero están muertos, Vicente y la mujer loca murieron. María no cree en fantasmas.
Ahora está sola en esta casa grande. El hombre que se la lleva viene a veces, cada vez menos y eso me gusta. María ha cerrado todas las habitaciones. Antes no se cerraban y ella se escondía tras las puertas, yo también. Detrás de una puerta la vi por primera vez. Estaba sentada en el suelo, abrazada a sus piernas, cuando me acerqué levantó sus ojos y me miró. Estoy seguro que me miró pero fingió no verme. Siempre finge no verme
Hoy la esperé en el rellano de la escalera. No quería que la mujer loca la asustase. Vivía tras la puerta que está al lado del primer escalón. La mujer loca va en silla de ruedas, debe pesar ciento cuarenta kilos, no habla. A veces, sale a la casapuerta con una manzana, María se pega a la pared se achica, la mujer loca ríe a carcajadas amenazando con sus brazos. También, a veces, se oyen gritos y lloros en la casa. María tiene miedo, pero Vicente y la Mujer loca murieron, todo eso pasó, ya no se oyen gritos en la casa.
María entró una vez en la casa que hay detrás de la puerta. La seguí por un largo pasillo, a la izquierda pared a la derecha huecos tapados con cortinas, al fondo una sala sombría, desamueblada. No había nadie. María quiso asegurarse de que los muertos no vuelven. Pero yo sé que vuelven.
Hoy la esperé en el rellano de la escalera. No se oyen gritos en la casa que hay tras la puerta situada justo al lado del primer escalón. María no cree en fantasmas, pero yo los veo. Vicente, el marido de la mujer loca tiene arañazos en la cara, agacha la cabeza, lleva gotas de sangre en la camisa y en las manos, se ha parado junto a la puerta, rezo para que María no llegue.
Maríaaaa! Le gritaré desde el rellano de la escalera, sube, estoy aquí ¿no me ves? Y ella correrá hacia mis brazos y dejaré de tener frío. María no tengas miedo. Mírame María mírame.
Cuando la mujer loca murió tuvieron que hacer un ataúd especial para ella. Llevaba cuatro días muerta, Vicente aún respiraba. Fue un día de mucho ajetreo. Todos hablaban, querían saber. Vicente murió en pocas horas. María, debía tener unos diez años. Ya no estaba la mujer loca ni Vicente pero ella siguió teniendo miedo y llamaba a su madre desde la casapuerta.
Esperé todo el día. María llegó con la última luz de la tarde. Sus ojos verdes miraban el vacío. Pasó junto a Vicente. Callé. Pasó junto a mí. Mi dulce María.
Hoy María estuvo todo el día fuera. Si me atreviera la cogería de la mano. Sus ojos verdes miran el vacío. Está sentada en el suelo junto al balcón abierto. María cerró todas las habitaciones menos la del balcón. Ahora vivimos en ella. Le gusta sentarse en el suelo y mirar hacia la calle. Pero hoy sus ojos verdes están vacíos.
Ahora vivimos en la habitación luminosa. Nadie viene a la casa. María finge no verme pero a veces me sonríe mi dulce María………
CAPÍTULO II
Hace días que María no se levanta de la cama. No quiero que se la lleven. Mírame María mírame, sin ti no existo. Ha parado un coche, golpean la puerta, no abriré. Se llevan a María. ¡María despierta sin ti no existo!......Me desvanezco.
CAPÍTULO III
Hoy he vuelto a la casa, María no está. Recuerdo que se la llevaron y yo me desvanecí. He abierto el balcón, así cuando regrese sabrá que la estoy esperando. Cuando camine por la calle verá el balcón abierto y sabrá que estoy aquí en la habitación luminosa y abriremos todas las habitaciones…..
A veces me quedo en el rellano de la escalera. Sé que los muertos vuelven. La mujer loca en su silla de ruedas come manzanas, Vicente se para en la puerta, tiene gotas de sangre en la camisa y en las manos. Espero a María, hace años que la espero, no sé, tal vez veinte, cincuenta……….
Tengo frío… ¿María?