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martes, 12 de febrero de 2013

EL ADIOS

Cruzó los brazos sobre su vientre y se contrajo. El viento arrastraba las últimas hojas del otoño. A su alrededor, solo el eco del adiós persistía, obstinado en repetirse, copiándose a sí mismo en una interminable clonación. Con cierta ternura el hombre había acariciado su rostro. La mujer notó las arrugas de adentro y las de afuera y se aferró más a su vientre. Él, no se hallaba responsable de su pena. Ella apartó la caricia y el hombre con gesto resignado y el corazón repleto de indiferencia le dijo adiós. La mujer siguió aferrada a su vientre hasta que un dolor mudo la hizo caer de rodillas en la tierra seca y calló, clavó los dedos en la tierra y siguió callada, de pronto todos los soles habían envejecido ¿dónde los pájaros, el olor a jazmín de su pelo, el sabor de la canela y la hierba buena? La mujer, cerrando sus manos arrancó la tierra seca, apretaba más y más y la tierra hecha polvo huía llevada por el viento. Lo oscuro avanzaba por los espacios, por el tiempo finito que la acorralaba y a su alrededor solo el eco de una palabra sin sentido.